viernes, 16 de julio de 2010

Mundo compartido

Un escalofrío recorre su cuerpo, comenzando por el cuello y acabando en la yema de sus dedos. Gira la cabeza, cierra los ojos, y sonríe, mostrando sus dientes. Se le ponen los vellos de punta y estira los dedos de sus manos, separándolos lo máximo posible. Disfruta cada movimiento, cada segundo. Con la espalda también estirada debido al cosquilleo que provocan los dedos de él recorriéndola, se gira hacia su compañero.

Él se limita a devolverle la sonrisa. Qué sonrisa…

Ella vuelve a girarse y apoya su cabeza sobre la mesa, prefiere concentrarse en el cosquilleo de su espalda antes que en mantener la cabeza erguida.

Si hubiéramos prestado atención, nos habríamos percatado de las respiraciones acompasadas de la pareja. Tal vez, fijándonos aún más, podríamos haber escuchado el latido sincronizado de cada corazón. Los dos iguales, el uno para el otro.

Después de unos instantes, en los que cada uno estaba disfrutando del silencio a su manera, la voz masculina del muchacho sonó:

−Te quiero.

Y ella, sin poder articular término debido al efecto que le producían aquellas palabras cuando las pronunciaba su chico, se elevó hasta una nube, la más cercana, y se quedó allí para el resto del día. Flotando. Ensimismada en su mundo, que ahora era un mundo compartido.

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