miércoles, 23 de junio de 2010

A mi madre


−¿Estás?
−Claro, empieza.
−No vale inventarse las respuestas.
−¿Cuándo…?
−Vale, vale, olvida eso último.
−Venga, empieza ya.
−Bueno. ¿Tiene manos?
−Manos de santo. Todo lo que toca irradia luz y alegría.
−¿Tiene piel?
−Tiene diamantes que le hacen brillar hasta cuando no hay sol.
−¿Sus labios?
−Siempre tienen alguna sonrisa atrapada en ellos.
−¿Cómo respira?
−Tiene una bonita nariz respingona, pero estoy seguro de que a este ser tan divino no le hace falta respirar.
−¿Sus ojos?
−Dos luceros que han alumbrado mi camino desde que tengo razón de ser.
−¿Ha hecho alguna hazaña digna de mención?
−Un milagro cada día.
−Estoy perdido. ¿De quién se trata?
−De un ángel.
−¡Te dije que no podías inventarte las respuestas! ¿Acaso conoces un ángel?
−Sí.
−¿Sí?
−Ése ángel me tuvo en su vientre y después me dio la vida.

lunes, 14 de junio de 2010

El niño y la niña


−Niño, que es muy tarde ya. A dormir.
El niño rechista un rato y, bostezando, se va a su habitación. Cierra la puerta y se tumba en la cama. La casa está en silencio.

Dan las doce.

Es la hora.

El niño se levanta con sigilo y abre con todo el cuidado del mundo un baúl de madera que le regaló su abuelo. Con un brillo especial en los ojos y manos temblorosas saca el Tesoro y vuelve a cerrar el baúl.
La luz de la habitación está apagada para que sus padres no se den cuenta de que aún está despierto, pero no importa, está provisto de una linterna que guarda en el cajón de su mesita. A tientas, la encuentra y vuelve a meterse en la cama.

El niño se tapa enterito con la manta y enciende la linterna ahora que la luz queda ahogada y no alumbra la habitación.
Entonces contempla con admiración la obra de arte que tiene entre sus manos.

Es hora de disfrutar de la lectura:


"−Hija, ya van a dar las doce. Es hora de que te acuestes.
La niña rechistó un rato y, bostezando, se fue a su habitación. Cerró la puerta y se tumbó en la cama. La casa estaba en silencio.

Las doce.

Era la hora.

La niña se levantó con sigilo y abrió con todo el cuidado del mundo una caja con símbolos arcaicos que le había regalado su abuela. Con un brillo especial en los ojos y manos temblorosas sacó el Objeto y volvió a cerrar la caja.
La luz de la habitación estaba apagada para que sus padres no se dieran cuenta de que aún estaba despierta, pero no importaba, estaba provista de una linterna que guardaba bajo su almohada. La cogió y volvió a meterse en la cama.

La niña se tapó enterita con la manta y encendió la linterna ahora que la luz quedaba ahogada y no alumbraba la habitación.
Contempló la maravilla que tenía apoyada en sus rodillas.
La niña abrió su portátil.

Era hora de disfrutar escribiendo.

¿Y qué escribiría?

Escribiría… ¡Sí! Escribiría la historia de un niño al que le mandaban a su cama a las doce. Pero el niño, lejos de acostarse, comenzaría a leer, a la luz de la linterna y escondido bajo su manta, la novela de una niña escritora."

sábado, 12 de junio de 2010

Alegría.

A continuación dejo una canción de Era. Recomiendo escucharla mientras se lee esta entrada.



Mira a tu alrededor. Mira la calle. Todo es siempre igual: gente que va para un sitio, coches que corren para otro, y alguna abuela que pasea. Estas harto de oír los gritos que le da tu vecino a no se sabe quién, o de ver que los guays de turno se apoyan en la esquina para molestar y no otra cosa.

Coge un altavoz y sácalo a la ventana, pon otro de cara a la pared que da a la casa del vecino y dale volumen a The Champions sin cortarte un pelo. Nota que los tímpanos te van a estallar, que el suelo y las paredes empiezan a vibrar, y que unos golpecitos suenan (pero apenas se escuchan a causa del volumen de la música) desde el otro lado de la pared.
¡No te achantes!

Asómate a la ventana. ¿Ves que se han ido las nubes? Primero la gente que pasa cerca de la ventana levanta la cabeza y mira con mala cara: no está bien visto molestar. Pero es que no estás molestando, le estás dando color a una sociedad aburrida y monótona.

Ahora dale los buenos días a la próxima persona que pase y mire, y pon un muñeco de los que hacen pompas de jabón para que se las lleve el viento y adornen la calle entera.

La gente hará el camino más largo si es necesario sólo para pasar por tu calle y respirar algo de alegría, y renovar fuerzas para continuar con una sonrisa otro camino más largo, como es el de la vida.
¡Date cuenta, tu vecino ha dejado de rechistar!

Sé diferente :)