domingo, 29 de agosto de 2010

Mario el músico

Mario era un niño pequeño, de unos siete años, que amaba la música, pero también los coches de carrera, los soldaditos de plomo y los escondites en los que había que arrastrarse por el suelo. Aunque eso a sus padres no les importaba. Eran muy estrictos con su pequeño, no le permitían otra cosa que no fuera estudiar piano. Tenían pensado para él un futuro como solista en las mejores orquestas del mundo, y por eso Mario no podía salir de casa más que para asistir a sus clases de música.

“Si sigues así serás el mejor. Nadie podrá superarte”. “Pero, papá, estoy cansado. ¿No puedo dejarlo por hoy?”. “¡Hijo mío! Jamás pensé que llegarías a decir una barbaridad como esa. Los grandes músicos nunca, y repito, ¡nunca descansan!

Teniendo como tenía Mario unos padres así, ¿qué podía hacer el chico? Pues… no separarse del piano, quisiera o no. Mario creció y sus sueños comenzaron a llenarse de aviones. Iberia, Ryanair, British Airways, Aegean… Las mejores compañías aéreas. Lo bonito que sería poder pilotar un avión, ¿verdad? Eso era lo que Mario pensaba, y pronto se dio cuenta de que quería ser piloto. Un día se lo comentó a sus padres, y a punto estuvo de que le desheredaran.

−¿Tú te das cuenta de lo que estás diciendo, insensato?

−Sí, estoy diciendo que quiero pilotar aviones. Me parece más atractivo que estar todo el día tocando el piano.

Y Mario se llevó una bofetada.

Aprendió a no hablar de otra cosa que no fuera música con sus padres. Sus aspiraciones y deseos los guardaría para sí a partir de entonces.

Y así hizo, siguió tocando el piano y creció en silencio, refugiado en su mundo. Se volvió un muchacho triste y muy reservado. Al piano era todo un genio, es cierto, pronto recibió importantes llamadas para dar conciertos por toda España, y poco después por el mundo entero.

Pero Mario no era feliz.

Una noche, mientras daba un pequeño concierto en el Liceu de Barcelona, llevó su imaginación a las alturas y se vio pilotando un avión a través del Atlántico. La música que tocaba era la que iban escuchando los pasajeros para no aburrirse. Cuando llegaba a las notas agudas, el avión ascendía un poquito más. Y cuando terminó la obra, se dio cuenta de que sólo había estado soñando.

El público adoraba a Mario.

Pero Mario ya no podía amar nada.

Aquella madrugada de invierno, un cuerpo sin vida descansaba en las traseras del teatro. Mario ya no era capaz de soportar el peso de su amarga tristeza. Su profunda depresión fue lo que le llevó a quitarse la vida.

Los grandes músicos no nacen de la privación del disfrute, no nacen de una infancia inexistente. Y, menos aún, nacen si el sueño de querer llegar alto pertenece a personas ajenas y no sale del propio corazón. Nunca nacerán si no se les da tiempo para descansar, pues el silencio vale tanto como la nota. ¿Algo más? Sí. Cualquier músico, ya sea conocido o de la calle, disfruta haciendo su música, y es algo que no se puede imponer… ni arrebatar.


3 comentarios:

  1. Chapó. Este me ha gustado mucho, enhorabuena :)

    ResponderEliminar
  2. Éste es demasiado triste. No le gusta a nadie x)
    Permíteme que te llame RARO ^^

    ResponderEliminar
  3. Te lo permito ;D

    es triste, pero con gran significado, y se le puede encontrar la parte bonita! Como una vez sabiamente dijiste: me gusta todo aquello que provoque un sentimiento, ya sea positivo o negativo :)

    ResponderEliminar